viernes, 19 de noviembre de 2010

NORTE GRANDE, MARIO ALEJANDRO SEPÚLVEDA

Norte grande, Mario Alejandro Sepúlveda.
PREMIO GABRIELA MISTRAL, 2010. (Poesía).

Por: Gabriel Castillo-Herrera.
No soy, precisamente, un gran aficionado al arte de la palabra rimada, el ritmo y la métrica; mi quehacer en las letras me ha llevado por la senda del periodismo, la narrativa y la crónica o comentario sobre alguna ¿o ninguna? cosa de la vida misma –la Historia y lo cotidiano-.
No pretendo aquí situarme en el papel de crítico de ese género literario ni algo por el estilo, pues -como aduje en el párrafo precedente- no cuento con el andamiaje de carácter estético necesario que me permitiera tomar ese papel; puedo, sí, hacer un comentario desde la perspectiva del lector –en grado de adicto- de todo lo que aparece frente a mis ojos.
Tal que en días pasados llegó a mis manos una pequeña parte del libro que obtuvo el galardón más alto en el certamen Juegos Literarios Gabriela Mistral de este año, cuya autoría corresponde a Mario Alejandro Sepúlveda, escritor chileno, y que –según tengo entendido- es, por así decirlo, su “ópera prima”; su primera incursión en el mundo editorial, no así en las letras. El título es Norte Grande.

Los naturales límites del Norte Grande
son el día y la noche
y al oriente la sombra del poniente.

En el título, Mario Alejandro Sepúlveda alude a una de las zonas en que se divide la geografía chilena: la que da cabida al Desierto de Atacama; por ahí donde apenas hace corto tiempo se escenificó el rescate de 33 mineros atrapados a poco más de 600 metros de profundidad; ahí donde, dice una nota en internet, “…se capta el mayor número de mujeres para la prostitución”. “Norte Grande” también, es el nombre de un movimiento político adherente a la Coalición por el Cambio, asociación que llevó a la presidencia de Chile a Sebastián Piñera Echenique, uno de los hombres más ricos de ese país. “Cosas veredes…”. Ahí donde se planea atraer inversiones extranjeras para el saqueo que los políticos neoliberales y de derecha llaman “desarrollo”.
Volviendo al Norte Grande que aquí interesa, la obra premiada, la interpretación de quien escribe estas líneas -un mexicano que se calza con las sandalias de la América de nosotros, la que tiene larga historia, en contraposición al Norte Grande, patria del engreído dólar, que no la tiene- sale del ámbito chileno. Creo ver, sobre todo en los primeros poemas del libro, un ámbito más continental: precisamente la oposición entre las dos Américas citadas entre guiones. Ignoro si esta postura coincida con la del autor.
Y bien…
Atravesamos el umbral y nos encontramos con el espectro de la cuasi desesperanza de reconocernos como pueblos cuyos dirigentes pregonan y hacen sonar fanfarrias al glorioso presente como preludio a un futuro promisorio: “¡Doscientos años de libertad, orgullosa raza surgida del apareamiento de lo más granado del mundo europeo y el americano!”, mientras que el poeta –creo adivinar- sentencia la otra visión, la que la terca realidad se empeña en mostrar en el día a día:

No tenemos futuro, que se entienda
sólo la opacidad del porvenir en los espejos.
En realidad, pero qué realidad
espejismos en cristales ojerosos
y lo que es peor
no tenemos talento:

Mario Benedetti acota: “…el sur también existe”; y las revoluciones habidas desde el Río Bravo (y aún más allá, antes de que nuestra América fuera cercenada por la otra América) a la Patagonia lo reclaman. Sin embargo:

…y cuando quisimos levantar cabeza
nos partimos el cráneo en la tierra.
Porque con sus acrónimos bancarios, financieros, de inteligencia y sus pentágonos nos han arrastrado a sus crisis. Mas se sienten libres de pecado porque defienden la libertad (la de ellos) y su Sueño Americano, que nuestro homenajeado autor, en el siguiente paso del libro, señala (supongo) con agudo dedo, y apropiándose la voz del Imperio:

Lo nuestro era ser gigantes
ni poetas ni antipoetas
bastaba una casa a la medida
imaginación y sentido común
Tal vez ciertos acordes
barrocos o del rock pesado
Y escupe:
Narradores sin estilo
habladores
fabuladores precarios de metáforas
Mínimos de la grande vida que soñamos
gélidos al alba por la gran noche que no pudimos
Y a su desprecio por lo que les es diferente:

Lo nuestro era ser sensatos
dominio sobre la bestia
Millones de larvas en un charco de fuego
pudieron hablar latín

En adelante la obra se desentraña, en el sentido más literal, y se hace compleja; y, precisamente, esos vaivenes son los que atrapan los ojos del lector; aún a éste –repito- neófito en el arte de la poesía. Sin embargo distingo entre el encanto de la palabra con contenidos y que no abusa de florituras, y la que se hunde en un inmarcesible topos uranos. Prefiero –y perdónenme señores de la gran cultura (y si no lo hacen da lo mismo)- a Jaime Sabines sobre Octavio Paz. Y desde esa perspectiva es que puedo afirmar lo único que puedo afirmar: La poesía de Mario Alejandro Sepúlveda Salas me sedujo, me atrapó. Después de todo, al placer estético le tiene muy sin cuidado el juicio de los cultos estetas del lenguaje.

Noviembre, 2010.
(Ver libro en este enlace : http://www.surysur.net/?q=node/15151 )