sábado, 25 de diciembre de 2010

DON LEOPOLDO HURTADO Y ESPINOSA, Diputado Maderista.


Autores:
José Ma. Alonso Aguerrebere y Claudia Martínez-Parente Ricaud.

Por: Gabriel Castillo-Herrera.

Libro publicado por De la Salle Ediciones (México), en el marco de los festejos del centenario de la Revolución Mexicana, en el cual los autores se encargan de dar a la luz la figura de un personaje poco conocido –o poco mencionado por los historiadores- y que sin embargo alcanzaría la misma estatura que Don Belisario Domínguez por ser de los contadísimos diputados que se opusieron a dar cauce a la renuncia –forzada por el felón Victoriano Huerta- del presidente Madero.
Más allá del hecho mencionado había que clarificar que Don Leopoldo Hurtado perteneció a un sector empresarial –del ramo textil- que ya no comulgaba con el viejo régimen porfirista que privilegiaba a los terratenientes afincados en el pasado y a los voraces industriales extranjeros que con sus divisas y guardias blancas compraban autoridades y sometían a los trabajadores. El señor Leopoldo Hurtado era ya un empresario capitalista –fourierista- de aquellos que en la vieja Europa forjaron un socialismo sui generis –uno que difería de la forma de explotación del capitalismo salvaje- al que Karl Marx denominó “socialismo utópico”. Desde ahí, se comprenderá el porqué este tipo de empresariado no guardaba afinidad con el régimen porfirista empeñado en mantener un tipo de explotación feudal de las masas trabajadoras del campo y otro propio del capitalismo rapaz que se manifestaba en las minas y las ciudades.
El libro consta de dos partes. Veamos:
La primera es una síntesis de la historia de nuestro país que resume los hechos desde el siglo XVIII al XX. Un panorama general que de suyo bastaría para situar el texto como de gran valía, pues el recuento es tan preciso como conciso. Comentarios brevísimos tan sólo para dar acento en la objetividad.
La segunda parte es resultado de una ardua investigación de las raíces genealógicas de ambos autores –a la sazón, bisnietos del personaje y de su compañera: doña Dolores Olín de Hurtado-, para lo cual se allegaron libros, documentos y testimonios para armar la biografía del matrimonio Hurtado Olín que resulta ser una deliciosa narración cuasi novelada, de no ser porque es totalmente verídica. Don Leopoldo fue hijo de liberales y doña Dolores de un militar francés (aunque también se especula que fue decorador de la corte) que llegó a México con Maximiliano de Habsburgo. Él nacido en provincia (Purépero, Mich.), ella en la Ciudad de México. Pues bien, en esta segunda parte se abunda en detalles de sus vidas, personajes notables de su época, descendencia (entre la que se encuentra Emma Hurtado, última esposa del eximio muralista mexicano Diego Rivera), y obra, de la cual existen testigos mudos –construcciones- en la Delegación de Tlalpan, D. F.
Sin embargo, he de insistir en recalcar la importancia de los personajes en tanto actores sociales (él como socialista fourierista) y políticos (ambos) en un periodo de la historia de nuestro país en el álgido periodo revolucionario; su contribución a la causa (a saber, la lucha contra Victoriano Huerta), misma que los liga con varios jefes revolucionarios, entre ellos, Felipe Ángeles, con quien se encontraron en el exilio.
En fin: hay que leer el libro, que no es uno más de los que aparecieron editados este año aprovechando la coyuntura del Centenario de la Revolución, sino una obra que vale para cualquier época.

viernes, 19 de noviembre de 2010

NORTE GRANDE, MARIO ALEJANDRO SEPÚLVEDA

Norte grande, Mario Alejandro Sepúlveda.
PREMIO GABRIELA MISTRAL, 2010. (Poesía).

Por: Gabriel Castillo-Herrera.
No soy, precisamente, un gran aficionado al arte de la palabra rimada, el ritmo y la métrica; mi quehacer en las letras me ha llevado por la senda del periodismo, la narrativa y la crónica o comentario sobre alguna ¿o ninguna? cosa de la vida misma –la Historia y lo cotidiano-.
No pretendo aquí situarme en el papel de crítico de ese género literario ni algo por el estilo, pues -como aduje en el párrafo precedente- no cuento con el andamiaje de carácter estético necesario que me permitiera tomar ese papel; puedo, sí, hacer un comentario desde la perspectiva del lector –en grado de adicto- de todo lo que aparece frente a mis ojos.
Tal que en días pasados llegó a mis manos una pequeña parte del libro que obtuvo el galardón más alto en el certamen Juegos Literarios Gabriela Mistral de este año, cuya autoría corresponde a Mario Alejandro Sepúlveda, escritor chileno, y que –según tengo entendido- es, por así decirlo, su “ópera prima”; su primera incursión en el mundo editorial, no así en las letras. El título es Norte Grande.

Los naturales límites del Norte Grande
son el día y la noche
y al oriente la sombra del poniente.

En el título, Mario Alejandro Sepúlveda alude a una de las zonas en que se divide la geografía chilena: la que da cabida al Desierto de Atacama; por ahí donde apenas hace corto tiempo se escenificó el rescate de 33 mineros atrapados a poco más de 600 metros de profundidad; ahí donde, dice una nota en internet, “…se capta el mayor número de mujeres para la prostitución”. “Norte Grande” también, es el nombre de un movimiento político adherente a la Coalición por el Cambio, asociación que llevó a la presidencia de Chile a Sebastián Piñera Echenique, uno de los hombres más ricos de ese país. “Cosas veredes…”. Ahí donde se planea atraer inversiones extranjeras para el saqueo que los políticos neoliberales y de derecha llaman “desarrollo”.
Volviendo al Norte Grande que aquí interesa, la obra premiada, la interpretación de quien escribe estas líneas -un mexicano que se calza con las sandalias de la América de nosotros, la que tiene larga historia, en contraposición al Norte Grande, patria del engreído dólar, que no la tiene- sale del ámbito chileno. Creo ver, sobre todo en los primeros poemas del libro, un ámbito más continental: precisamente la oposición entre las dos Américas citadas entre guiones. Ignoro si esta postura coincida con la del autor.
Y bien…
Atravesamos el umbral y nos encontramos con el espectro de la cuasi desesperanza de reconocernos como pueblos cuyos dirigentes pregonan y hacen sonar fanfarrias al glorioso presente como preludio a un futuro promisorio: “¡Doscientos años de libertad, orgullosa raza surgida del apareamiento de lo más granado del mundo europeo y el americano!”, mientras que el poeta –creo adivinar- sentencia la otra visión, la que la terca realidad se empeña en mostrar en el día a día:

No tenemos futuro, que se entienda
sólo la opacidad del porvenir en los espejos.
En realidad, pero qué realidad
espejismos en cristales ojerosos
y lo que es peor
no tenemos talento:

Mario Benedetti acota: “…el sur también existe”; y las revoluciones habidas desde el Río Bravo (y aún más allá, antes de que nuestra América fuera cercenada por la otra América) a la Patagonia lo reclaman. Sin embargo:

…y cuando quisimos levantar cabeza
nos partimos el cráneo en la tierra.
Porque con sus acrónimos bancarios, financieros, de inteligencia y sus pentágonos nos han arrastrado a sus crisis. Mas se sienten libres de pecado porque defienden la libertad (la de ellos) y su Sueño Americano, que nuestro homenajeado autor, en el siguiente paso del libro, señala (supongo) con agudo dedo, y apropiándose la voz del Imperio:

Lo nuestro era ser gigantes
ni poetas ni antipoetas
bastaba una casa a la medida
imaginación y sentido común
Tal vez ciertos acordes
barrocos o del rock pesado
Y escupe:
Narradores sin estilo
habladores
fabuladores precarios de metáforas
Mínimos de la grande vida que soñamos
gélidos al alba por la gran noche que no pudimos
Y a su desprecio por lo que les es diferente:

Lo nuestro era ser sensatos
dominio sobre la bestia
Millones de larvas en un charco de fuego
pudieron hablar latín

En adelante la obra se desentraña, en el sentido más literal, y se hace compleja; y, precisamente, esos vaivenes son los que atrapan los ojos del lector; aún a éste –repito- neófito en el arte de la poesía. Sin embargo distingo entre el encanto de la palabra con contenidos y que no abusa de florituras, y la que se hunde en un inmarcesible topos uranos. Prefiero –y perdónenme señores de la gran cultura (y si no lo hacen da lo mismo)- a Jaime Sabines sobre Octavio Paz. Y desde esa perspectiva es que puedo afirmar lo único que puedo afirmar: La poesía de Mario Alejandro Sepúlveda Salas me sedujo, me atrapó. Después de todo, al placer estético le tiene muy sin cuidado el juicio de los cultos estetas del lenguaje.

Noviembre, 2010.
(Ver libro en este enlace : http://www.surysur.net/?q=node/15151 )